En torno a la historia de la Parroquia del Santo Cristo
En torno a la Parroquia del Santo Cristo de la Misericordia
Una Parroquia unida a Valdepeñas. Por Félix Hervás Poveda
El siglo XX hereda algo de los aires turbulentos del XVIII y del XIX. Las virtudes, como los defectos, debilidades, y hasta los hechos insignificantes de los Monarcas, condicionan los destinos de una nación.
El siglo XIX se inicia con la guerra de la Independencia. Terrible noche del 2 al 3 de Mayo de 1808 en la que Madrid explotó en el heroísmo. El genial pincel de Goya perpetuó la visión trágica de aquella gesta.
Ese mismo siglo y concretamente el día 6 de Junio de 1808 Valdepeñas alzó la voz y derramó su sangre.
Más tarde, en el año 1880 la Villa adquirió el grado de CIUDAD. Y el 29 de Enero de 1895 recibió el título de MUY HEROICA CIUDAD por Real decreto de la Reina Regente.
En un clima poco favorable a la Iglesia nació, entre grandes oposiciones eclesiales, la Parroquia del Santo Cristo de la Misericordia. Tiene las señales características de que Dios quería su existencia. Para nosotros la principal es que el Sr. Obispo, Don Casimiro Pinera y Naredo, quería. Esa nos basta. Después el sello de las grandes obras de Dios: «la persecución de los buenos». La lucha se inicia desde el año 1904. Dios quería que fuese una Parroquia que hiciese mucho bien en Valdepeñas, como lo está haciendo.
En los arrabales de la parroquia del Santo Cristo, como diría Santa Teresa, la historia de la Iglesia en Valdepeñas se llena de acontecimientos humanos que entorpecen, en algunas ocasiones, y favorecen, en otras, las cosas que se van desencadenando a través de sus protagonistas, tal vez con la mejor voluntad de hacerlas, ya que en hacerlas se veía la voluntad de Dios. Por esto, relato a continuación «jirones de la historia», sin ningún orden cronológico. sino tratando de explicar «algunos acontecimientos» alrededor de la historia de la Parroquia del Santo Cristo, en la que ella aparece directamente en algunas ocasiones y. en otras, se siente afectada por los sucesos de la historia eclesial valdepeñera.
Un influyente clérigo toledano, Don Antonio Chacón Muñoz, Cura Ecónomo de la Parroquia de San Juan Bautista de Toledo, no es partidario de la fundación de las MM. Agustinas. La inseparable en vida de Madre Cándida de San Agustín, y después de muerta su sustituta, es otra valdepeñera. Madre Dolores de Jesús, tía en segundo grado del celoso presbítero Don Trinidad García-Bacas y Muñoz. Con su habilidad, llegó Don Antonio a convencer a Madre Dolores de la no conveniencia de la fundación, llenándola de miedos.
También por aquel tiempo se estaba deliberando quién podría ser el párroco de la parroquia de la Asunción. Por una parte, los Marqueses de Santa Cruz querían presentar y poner como párroco a Don Pedro Martín, pero por otra parte, tanto Don Antonio Chacón Muñoz como Don Trinidad García-Bacas pensaron que la persona adecuada era Don Canuto García-Barbero. Sin desaprovechar el tiempo. Don Trinidad, llevando recomendaciones del Excmo. Cardenal Moreno, se presentó en la audiencia de Albacete buscando tal fin. De aquí que no perdiera ocasión de alabar a su amigo Don Canuto y aconsejar que fuera éste el párroco de la Parroquia de la Asunción. Los Marqueses de Santa Cruz fracasaron en la presentación de Don Pedro Martín y la tenacidad de Don Trinidad hizo posible y realizable su deseo. Hasta el propio Don Canuto no perdía ocasión para que este hecho llegara a consumarse.
En otro orden de cosas, pero creo que importantes, buscando, sobre todo, un horizonte más amplio se dan también estos acontecimientos eclesiales. La Diócesis de Ciudad Real pertenecía a Toledo. Él Papa Pío IX de feliz memoria creó la Diócesis por la Bula «Ad Apostolicam». Él primer Obispo fue Don Victoriano Guisasola Rodríguez. Tomó posesión el 17 de Junio de 1877. Años después el Sr. Obispo Don José María Rancés y Villanueva. hechos los preparativos necesarios y dotado de sabios Estatutos, el día I de Octubre de 1887 inauguró el Seminario Conciliar de Santo Tomás de Aquino.
Hecho este pequeño inciso para introducir un dalo histórico eclesial volvemos a recuperar otro pequeño jirón de la historia de las Agustinas y su relación con Don Trinidad. Las MM. Agustinas habían llegado a Valdepeñas el 24 de Marzo de 1876. Don Trinidad ordenado de sacerdote a título de Patrimonio (no dependía económicamente del Sr. Obispo ya que él contaba con su propio capital) se lo había gastado en la Fundación de las Agustinas. Tenía el apoyo y la esperanza en las Agustinas a las que había querido tanto y extremadamente ayudado. Madre María Cándida de San Agustín había muerto. Las virtudes heroicas de la Madre Fundadora no estaban en la misma tensión en algunas de las hijas. Poco importaba. Su vida apostólica se sostenía con su ferviente espíritu: y su pobre vida económica quedaría salvada por la escasa rema de Capellán. Como desinteresadamente siguió atendiéndolas, ya hubo comentarios de que ejercía la Capellanía sin nombramiento. Y llegó el nombramiento desde Toledo fechado a 24 de Marzo de 1876: «Constándonos de la virtud y especial circunstancia que concurren en el Presbítero Don Trinidad García-Bacas y Muñoz, y en atención a que tiene su residencia en la villa de Valdepeñas, hemos tenido a bien nombrarle Capellán de la Comunidad nuevamente establecida en dicha villa, llamada de Agustinas Magdalenas de San Diego a fin de que las asista con Misa diaria, les dé la Sagrada Comunión y a la vez esté al cuidado del Culto y de cuanto ocurra en la Iglesia del Convento».
La situación de Don Trinidad era delicada y difícil, en estos momentos. Por una parte tenía en contra a Don Canuto: por otra, los sacerdotes necesariamente tenían que estar a su lado, por lo cual tampoco los tenía a favor. Además estaba la sombra difícil de Don Antonio Chacón. Y en estas circunstancias las pobres Monjas tenían que oír a todos sin saber con quién quedarse. La vida de Capellán en estas circunstancias y contratiempos era humanamente difícil. Todo esto le llevó a la renuncia de la Capellanía. El 19 de Julio de 1876 recibió la comisión de dicha renuncia. Había estado de Capellán desde el 24 de Marzo de 1876 al 19 de Julio de 1876. Le sucedió Fray Benito Hervás Merlo, trinitario exclaustrado.
Don Eusebio Vasco escribe en «Valdepeñas Cuna de la Descalces Trinitaria»: Sólo la constancia y el tesón de Don Trinidad pudo, con la ayuda de Dios, sacar de las garras de la impiedad el edificio que fue Convento de Trinitarios Descalzos, venciendo las innumerables dificultades que se opusieron a la fundación de Sor Cándida, y en la traslación de los presos, y a la venida a Valdepeñas de las monjas Agustinas*.
Un sacerdote marginado, incomprendido. y duramente atacado. Hay que reconocer que Don Trinidad era extremadamente sincero, crudo y muy duro para decir las verdades. Celoso, pero a veces indiscreto. Demasiado espontáneo. Casi descarado. El Párroco y otros sacerdotes tenían más ascendiente ante el Sr. Obispo. Podían más que él. Estuvo varias veces suspenso. Una pena canónica. Muy doloroso para un sacerdote. Y otras sin tener donde celebrar la Santa Misa. Intrigas, envidias y rencores… Estorbaba el que tantos favores había hecho. Y el que no callaba… Cansado de padecer desprecios y superar tensiones tuvo que pedir y obtuvo, licencia para celebrar en el oratorio de su casa-huerto sito en la calle Calatrava. Un hombre-sacerdote endurecido por contrariedades e ingratitudes.
Bastante tiempo después, en noviembre de 1971 en el Periódico Parroquial «El Lucero», Don Antonio Moreno Maroto escribió una carta abierta dirigida al Párroco Don José Ballesteros. Entre otras cosas dice: «Conozco desde mi infancia la barriada donde está su Parroquia, ya que en mis años del once al trece correteé mucho la calle de Calatrava para ayudar a la Santa Misa a un venerable sacerdote, Don Trinidad Bacas, que imposibilitado por los años y achaques, celebraba en el centro de su huerto los días que le dejaba su enfermedad, en una capilla con un Calvario muy devoto y una Imagen de la Santísima Virgen de los Dolores. Allí aprendí a amar la Pasión y Muerte de Jesús, pues con relativa frecuencia nos hablaba de este paso doloroso del Divino Redentor, y los chicos que entonces asistimos a su Misa salimos impresionados de las lágrimas que derramaba durante la Consagración.
Ahora al recordarlo, me pregunto… ¿serían aquellas lágrimas de Don Trinidad llamada al Sacerdocio de tres sacerdotes que ya no viven, y de los cuales dos sufrieron el martirio en sus ministerios parroquiales? ¡Gloria a él y a ellos que tan bien imitaron al Maestro!
Con este telón de fondo podemos imaginamos hasta dónde llegaría Don Canuto oponiéndose a que se abriese la Parroquia del Santo Cristo de la Misericordia. Y pasados bastantes años, gozando ya de mejor vida, cómo serían los comentarios sobre la propiedad de la iglesia del Santo Cristo y la de las MM. Agustinas. Los hechos históricos hay que considerarlos dentro del ambiente de su época, de la que nos es muy difícil sustraernos.
La Ermita del Santo Cristo de la Misericordia fue inaugurada el 15 de noviembre del año 1611. Un barrio que se encontraba un tanto aislado del pueblo, pero desde el principio contó con una Ermita dedicada a San Andrés. Su estilo arquitectónico es el que predomina en el siglo XVI: cruz latina, con crucero único y cúpula central, parecida a la de la Virgen de la Cabeza y a la de la antigua ermita de San Sebastián. El 27 de Abril de 1981 el Ministerio de Cultura da por incoado el expediente de declaración de Monumento Histórico Artístico a favor de la Parroquia del Santo Cristo de la Misericordia, expediente que había sido solicitado por el Ayuntamiento.
En la parte de Poniente, de dicha ermita de San Andrés, se inauguró el 24 de Septiembre de 1787 un Camposanto que recibió enterramientos hasta el 6 de Agosto de 1885 en que fue trasladado un poco más al Oeste y que se le conocía como «El Calar del Periquito» hasta el día 3 de Mayo de 1906 en que se inauguró el Cementerio de la carretera del Cristo (el actual). También hubo otros cementerios no católicos al otro lado de la vía y que se le conoció con el nombre de «cementerio viejo» y que fue inaugurado el 14 de Abril de 1875. Posiblemente por este motivo desde el año 1790 se empezó a conocer con el nombre de Ermita del Santo Cristo de la Misericordia, la que había estado dedicada a San Andrés. En 1787 el Ayuntamiento adquirió unos terrenos que lindaban con el Cementerio y la Ermita del Santo Cristo, para un Hospital municipal que sustituyó al de la calle de Buensuceso. Empezó a funcionar en 1798. Lo llevaban los Hermanos de la Congregación Hospitalaria fundada por el Venerable Bernardino de Obregón. Después, el 16 de Febrero de 1886, vinieron las Hermanas Franciscanas Terciarias de la Purísima. La ermita sirvió de entrada a dicho Camposanto a la vez que cumplía la misión de servir como oratorio a los Hermanos Obregones.
El 18 de Enero de 1904, siendo Obispo Prior el Excmo. e limo. Sr. Dr. D. Casimiro Piñera y Naredo, por Real Decreto del Ministerio de Justicia, se creó como Parroquia la del Santo Cristo de la Misericordia. Fue publicado en el Boletín del Obispado el día 18 de Marzo del mismo año. Y el 1 de Mayo se publicaba la segregación que se hacía de la parroquia de la Asunción.
Todo estaba hecho y muy bien hecho, pensando en el bien espiritual de los valdepeñeros. Pero tuvieron que pasar siete años… El 24 de Junio de 1910 el Heraldo de Valdepeñas insistía en el por qué no se llevaba a efecto la apertura del templo parroquial. La pregunta era el eco de toda la ciudad. Ha pasado un siglo y el eco sigue. ¿Qué pasó? Don Canuto Barbero era Párroco propio de la única Parroquia que había en Valdepeñas. Nadie podía quitarle la mitad de su feligresía, según las normas vigentes en aquel entonces. Si hubiese cometido alguna falta grave canónica lo habría podido expedientar y Roma hubiese decidido. También Don Canuto libre y voluntariamente hubiese podido renunciar a toda su parroquia o parte de ella. No sabemos las razones que en su conciencia pesaban para no renunciar ni ceder.
El 29 de Septiembre de 1911 a los 74 años de edad falleció Don Canuto. El 17 de Noviembre del mismo año fue inaugurada la nueva Parroquia del Santo Cristo de la Misericordia. Era un sacerdote de fe. Tenía mandado que en su lápida, que está en el patio de San José, pusieran la siguiente inscripción latina: «Et hic in pulvere dormiam spectans perpetuam lucem, sálvame Redentor meus, sálvame por tuam crucem» (Y aquí dormiré en el polvo, esperando la perpetua luz. ¡sálvame redentor mío, sálvame por tu cruz!).
Ante el episodio contado anteriormente, copio en plan de anécdota, y muy valdepeñera, lo que refiere Don Trinidad en su «vindicación personal», pág. 253: Unos frailes de su Orden fundaron un convento en Alcázar de San Juan. Fray Benito Hervás y Fray Juan Calderón les hicieron una visita. Estando allí tocaron a Vísperas. Fray Benito dice: «Vamos, Juan, que ya llaman» y éste le contestó, «sabes, Benito, lo que te digo, lo que Pachurre cuando se encontró el azadón que, dejándolo a un lado, le dijo (mirando como a cruel enemigo) «ni tú para mí, ni yo para ti».
Cuando la Parroquia iba, apostólicamente, caminando, dando su esperado fruto surgió un pseudoproblema. En líneas anteriores queda demostrado que aquella antigua Ermita de San Andrés, después del Santo Cristo es propiedad de la Iglesia. Pero debido al deterioro que en ella se estaba produciendo fue necesario trasladar la parroquia al convento de los Trinitarios.
En el Protocolo 996 fechado de 8 de Septiembre de 1929 consta la Escritura pública de cesión otorgada por el Excelentísimo Ayuntamiento de Valdepeñas y el Sr. Obispo de Ciudad Real:
«En Valdepeñas a ocho de septiembre, festividad de la Natividad de Nuestra Señora, de mil novecientos veintinueve.
Ante mí, José López y López, doctor en Derecho, ex Diputado a Cortes, Notario de esta ciudad, comparece de una parte el Ilustrísimo Sr. Doctor D. Narciso Estenaga y Echevarría, Obispo de Ciudad Real y de otra parte, el Sr. D. Manuel Fernández Puebla y Ruiz, Alcalde Presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de esta ciudad.
Asegurando los señores comparecientes tener y tienen, a mi juicio, la capacidad legal necesaria para otorgar la presente escritura de cesión».
Sería prolijo copiar todo el documento notarial y Acta del Excelentísimo Ayuntamiento. Lo esencial es que el Sr. Obispo cede en uso la iglesia del Santo Cristo de la Misericordia al Ayuntamiento. Y el Ayuntamiento cede en uso para que se instale la Parroquia del Santo Cristo en el convento con todas sus dependencias. La propiedad sigue lo mismo, se trata sólo del uso que legalmente finalizó a los treinta años. El resto de la finca es propiedad de las religiosas Agustinas de San Diego.
Esto era en el año 1929. De lo que haya pasado después con relación a cesiones o compraventas no tengo ninguna documentación.